El dragón rojo

Brett Ratner, 2002
Reparto: Anthony Hopkins (Dr. Hannibal Lecter), Edward Norton (Agente Will Graham), Ralph Fiennes (Francis Dolarhyde / 'Tooth Fairy' / 'El dragón rojo'), Emily Watson (Reba McClane), Mary-Louise Parker (Molly Graham), Harvey Keitel (Jack Crawford), Philip Seymour Hoffman (Freddy Lounds), Anthony Heald (Dr. Frederick Chilton), Ken Leung (Lloyd Bowman), Tyler Patrick Jones (Josh Graham), Frankie Faison (Barney).
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Hannibal

De las tres historias que cuenta El dragón rojo, una es previsible (la del detective que interpreta Eward Norton) otra es absurda (la del dragón rojo que interpreta Ralph Fiennes) y la tercera sigue siendo subyugante (Hannibal, de nuevo Hopkins).

El detective Graham hace el mismo papel de Clarice, es bueno y no tiene por qué implicarse en la acción del maníaco. Igual que Clarice le va algo personal en la captura, él no quiere liberar corderos, pero tiene una familia igual que la de las víctimas. La mitología actual del policía lo convierte a medias en gurú, a medias en servidor vocacional, nunca en lo que es, o sea, un simple funcionario. Igual que Clarice, un asunto profesional acabará implicándolo personalmente porque tiene que vérselas con ese monstruo / genio que es Hannibal.

El dragón rojo es un Fiennes al que se describe como musculoso, pero al que no dio tiempo a cumplir con el requisito. Su papel repite el de Bufalo Bill del Silencio de los Corderos. Puesto que no está en prisión es el único peligro que acecha a la pacífica gente de bien. La explicación de su locura pretende ser erudita. Mezcla castraciones freudianas con sublimaciones pictóricas, pero un simple carnicero a lo "Texas Chainsaw" hubiera sido más acertado.

Hannibal es para mi uno de los grandes personajes del cine. Cuando Ridley Scott lo cogió abordó lo más interesante que hay en él, su elitismo, su frialdad, pero lo hizo demasiado comprensible. Lo que verdaderamente atrae de este personaje es el modo en que une a esa sofisticación lo salvaje y lo monstruoso. Hannibal es, en una misma persona, el extremo del refinamiento, y el extremo de la perversidad. A diferencia del Dr. Jeckyl, él no necesita desdoblarse, pasa de uno a otro en la misma escena. Ayuda al jóven detective y a la vez urde una trama para masacrar su familia. Elabora un banquete exquisito para premiar a unos músicos y de paso sirve desmenuzado al que desafina.

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