Don Quintín el amargao

Luis Marquina, 1935
Reparto: Ana María Custodio, Alfonso Muñoz, Luisita Esteso, Luis Heredia, [86’]
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Los brutos buenos

En 1934 surge Cifesa, en 1935, Filmófono que cuenta con Luis Buñuel como productor ejecutivo y que dejará de producir cuando acabe la guerra civil. Esta es una obra de la segunda, y aunque la dirige Luis Marquina (El bailarín ye el trabajador) parece que Buñuel ayudó detrás de la cámara.

Igual que Pilar en Nobleza Baturra y María de la O, don Quintín tiene un problema gravísimo en este tiempo: han compuesto una canción que lo difama. La coplilla ofensiva era un baldón que uno sólo podía lavarse enfrentándose a todo el mundo. Algo parecido al insulto, porque no es posible argumentar contra un insulto, se convierte en ofensa en cuanto alguien lo enuncia.

Don Quintín entra en un café donde todos ríen y cantan la canción y los echa con una pistola. Vuelve al mismo café y aterroriza a los clientes. Un muchacho le hace cara y desde entonces lo persigue para matarlo.

Lo absurdo de las pasiones sólo es comprensible bajo una clave de humor. Nada es cierto, pero todo sirve para adornar al chulo de la época, pendenciero y brutal.

La copla que tanto odia don Quintín habla de su amargura. Don Quintín abandonó a su esposa por celos y también a su hija, que educó con un peón borracho que la maltrataba. Ella encuentra un buen muchacho y se casa con él. Es el mismo hombre que busca don Quintín.

Toda la obra se desarrolla para conducirnos a un final en el que el padre y la hija se reencuentren, después de que el primero ha sido malvado y después de que ha intentado herirla.

La catarsis de este Sainete de Arniches consiste en el cambio de un hombre malo en un hombre bueno cuando hay una causa mayor como el amor de una hija.

Ese tipo de climax funciona a la pefección en Billy Elliot, cuando el padre se vuelca en el hijo bailarín. También funciona en La bella y la bestia cuando el fiero anfitrión pide disculpas. Y es la cuerda que hace funcionar “Casi perfecto” de Jack Nicholson.

El bruto que se da cuenta de su pecado, Don Quintín, pudo funcionar en 1935, pero espero que no vuelva a funcionar nunca más, porque no es disculpable que deje a su mujer en la miseria por celos injustificados. Eso no se lo perdonará ningún espectador civilizado.

Los brutos son cautivadores porque todos lo somos de alguna manera, y todos tenemos un punto débil que desarmaría ese muro en que nos protegemos, la hija de don Quintín, la camarera de Casi perfecto, la cautiva de Beast, Billy Elliot. Lo que ocurre es que en la realidad no hay a penas almas caritativas dispuestas a cruzar esos espesos muros.
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