Belinda

"Johny Belinda"
Jean Negulesco, 1948
Reparto: Jane Wyman (Belinda McDonald) Lew Ayres (Dr. Robert Richardson) Charles Bickford (Black McDonald) Agnes Moorehead (Aggie McDonald) Stephen McNally (Locky McCormick) Jan Sterling (Stella McCormick) Rosalind Ivan (Mrs Poggety) Dan Seymour (Pacquet) Mabel Paige (Mrs Lutz) Ida Moore (Mrs McKee) Alan Napier (Fiscal)Guión: Charlie Kaufman y Donald Kaufman; basado en una obra de Susan Orlean.
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El cine ha cambiado en estos años

Belinda es una campesina sorda. Un doctor nuevo llega al pueblo y se preocupa por ella. Sabe que no es subnormal y le enseña el lenguaje de señas. Su padre la quiere, pero la hace trabajar duramente porque no tienen dinero. Un muchacho del pueblo, en una fiesta la viola, las malas lenguas atribuyen la paternidad al médico.

Como tantas películas americanas, Belinda es una película de juicio. Ella mata al hombre que reclama a su hijo y el espectador y el jurado deben decidir si es inocente o culpable, aunque Jean Negulesco lo ha decidido por ambos, y toda la película (casi todas las películas de juicio) es una puesta en escena de una gran verdad. Es además una excelente película.

Jean Negulesco, se llama en “Chicago” Billy Flynn, también es el hombre que mueve los hilos de nuestros corazones y nos hace sentir como bueno y como malo lo que él quiere que creamos. ¿Qué ha cambiado en estos 55 años de cine? Ya sé que las CGIs, los efectos especiales, los maquillajes. Pero apunto en otra dirección. ¿En qué hemos cambiado nosotros los espectadores de este milenio con respecto a aquellos que se emocionaron viendo a la muchacha sorda defender a su hijo?

En primer lugar somos mucho menos simples. El espectador de Chicago no tiene estómago para las historias de culebrón prefiere reírse del público de culebrón y ser cómplice del abogado manipulador y de las asesinas mentirosas. Pero sobre todo, el espectador de nuestros días no busca seres inocentes e inmaculados con los que emocionarse. Roxie Hart (Zellweger) no es inocente, pero tiene toda nuestra simpatía, Velma ni siquiera tiene la simpatía de Roxie. Lo que ha cambiado realmente es el papel del jurado, que son otra panda de pringados que hay que usar en el camino. Y no sólo para salir de la silla eléctrica sino para conseguir la fama.

¿Qué dice, al fin, Chicago del espectador de nuestros días? Que es completamente distinto del de 1948, que no es honrado, ni ha hecho todos sus deberes, pero que sabe que tiene todos los derechos.

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