Identidad

James Mangold, 2003
Reparto: John Cusack (Ed), Ray Liotta (Rhodes), Amanda Peet (Paris), John Hawkes (Larry), Alfred Molina (Doctor), Clea DuVall (Ginny), Rebecca DeMornay (Caroline Suzanne), John C. McGinley (George York), William Lee Scott (Lou), Jake Busey (Robert Maine), Pruitt Taylor Vince (Malcolm Rivers).
Guión: Michael Cooney.
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Fight Club, Diez negritos, Memento y agítese antes de usar

La culpa de que todo el cine que se hace a principios del tercer milenio después de Cristo sea insoportablemente vacío y artificioso es de Alfred Hitckock. El inglés dejó una herencia lamentable. La pantalla según él servía para dar sustos y sorpresas. No hace falta historia, no hace falta personaje. Lo único que necesita el espectador es que se le administre una dosis apropiada de chistes, persecuciones, intrigas y sustos. Si la dosis es correcta el espectador se va contento a casa. Mi respuesta: si la dosis no es apropiada a la historia la película es un guiñol vacío para asustar a los niños. Si todo se reduce a una dosis correcta basta un buen márqueting. ¿Qué es lo que se dejan atrás estos vendedores de aspiradoras? Se olvidan del autor.

James Mangold es un director joven que realizó Kate & Leopold, ha mezclado el lío de identidades de Fight Club con la misma seriedad descerebrada de Fincher, Diez Negritos de Ágata Christie con el mismo gusto por la geometría y las series, y le ha quedado tiempo para añadir el montaje hacia atrás de Memento, por el mero gusto de utilizar Memento. Sólo le ha faltado mostrar una bala a cámara lenta para completar el popurrí.

A la tradición cinematográfica le ocurre lo mismo que a los niños de un colegio. Que un día trae un niño un estuche de Mickey Mouse y al día siguiente aparecen todos con la colección completa de Walt Disney. Así que la película es de lo más “in” y no le falta ninguna novedad molona.

Un enfermo mental es convocado ante el jurado un día antes de ser ejecutado. El psicólogo tiene una prueba que puede absolverlo y demostrar que es un hombre con la personalidad dividida. Un chofer de una actriz egomaníaca atropella a una mujer en una carretera solitaria. La lleva a un motel donde todos los clientes quedan aislados por las inundaciones. Una cadena de crímenes empieza a cebarse las vidas de los inquilinos con impiedad matemática, las víctimas aparecen con un número de habitación que empieza por el diez y va retrocediendo. La historia del motel y la del loco paranoico tienen un punto de conexión.

La solución es idealista, mental. Las modas de hoy en las que se hunde Mangold sin aportar nada, consienten de buena gana las explicaciones anodinas y el cine se va polucionando cada vez más de irrealidad.

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