El jurado

"The runaway jury"
Gary Fleder, 2003.
Reparto: John Cusack (Nicholas Easter), Gene Hackman (Rankin Fitch), Dustin Hoffman (Wendell Rorh), Rachel Weisz (Marlee), Bruce Davison (Durwood Cable), Bruce McGill (Juez Harkin), Jeremy Piven (Lawrence Green), Nick Searcy (Doyle), Stanley Anderson (Henry Jankle).
Guión: Brian Koppelman, David Levien, Rick Cleveland y Matthew Chapman; basado en la novela de John Grisham.
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El efecto Michael Moore

John Grisham trabajó en un buffet de abogados antes de convertirse en un escritor multimillonario. En sus novelas habla de temas judiciales y prefiere atacar a las compañías de tabaco, pero en este caso ha hecho una excepción y se ha aliado con Michael Moore para torturar a los fabricantes de armas que, acogidos a la segunda enmienda de la constitución, se están haciendo de oro en Estados Unidos a costa de poner un arma debajo de la almohada de cada paranoico.

Una mujer demanda a un fabricante de armas por la muerte de su marido a manos de un loco que entró en su despacho; y si ella gana el juicio puede hundir a toda la industria de armamento. La bondadosa viuda contrata a un abogado honrado que interpreta Dustin Hoffman, la perversa industria se alía para tener los servicios del torcido Finch que interpreta Hackman. Pero los abogados no cuentan, la decisión de este caso trascendental está en manos de un manipulador que hay dentro del jurado que interpreta Cusack.

En realidad es como ver otra vez doce hombres sin piedad, sólo que el papel de Henry Fonda lo hace un tramposo que vende esa capacidad de cambiar el veredicto por diez millones de dólares. Y tiene la gracia de que casi toda la acción ocurre fuera y uno no se agobia con la sala y los sudores de los actores. De hecho se les ha ocurrido la brillante idea de sacarnos de los conocidos Nueva York, Chicago y Los Ángeles, ciudades que conozco casi mejor que Madrid gracias al cine, y han trasladado la acción a San Luis. El color local lo logran con una santera negra y casas coloniales, casi todas desconchadas.

Cusack, o sea, Nicholas Easter dice que él es un agnóstico. Es decir, no le importa quien gane el juicio, le importa el dinero que puede sacar. Pero la película no va de quien tiene menos escrúpulos para pagar a un jurado y comprar un veredicto. El fondo está, quizá, en que la verdad es la primera perdedora de un juicio igual que lo es de las guerras. Porque al final parece que todo se puede conseguir con dinero, y todo, incluso los miembros de un jurado, se pueden controlar como demuestra el expertisismo Hackman.

El final es moralizante, siento destriparlo, pero no me calma el desasosiego que produce el planteamiento, donde un abogado omnipotente que parece el Gran Hermano de Orwell es capaz de saber hasta cuantos tatuajes tiene uno de los jurados. Porque eso demuestra lo que todos sentimos íntimamente cuando oímos algunos veredictos, que la justicia no es ciega, sino tonta.
Rotten Tomatoes= 70%. Fresh: 101 Rotten: 43
Taquilla 14ª semana: $48 mill
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