Brad Silberling, 2004.
Reparto: Jim Carrey (Conde Olaf), Meryl Streep (Tía Josephine), Emily Browning (Violet Baudelaire), Liam Aiken (Klaus Baudelaire), Timothy Spall (Sr. Poe), Catherine O'Hara (Juez Strauss), Billy Connolly (Tío Monty), Cedric The Entertainer (Condestable), Luis Guzmán (Hombre calvo), Jennifer Coolidge (Mujer de cara blanca), Kara y Shelby Hoffman (Sunny Baudelaire).
Guión: Robert Gordon; basado en los libros de Lemony Snicket.
* * *
No es el primero

Las catastróficas desdichas de los tres hermanos Baudelaire tienen todos los ingredientes para ser un taquillazo menos uno. La historia respira un goticismo que no tiene nada que envidiarle al Tim Burton más desmelenado; el argumento está cosido con trampas y giros que harían las delicias de J.K. Rowling; el malo es malísimo quiere la herencia de los tres hermanos y dan ganas de matarlo con las propias manos, si no por sus arteras intenciones, al menos por la interpretación del histrión Carrey. Los tres hermanos Baudelaire son personajes algo de fábula, pero también tienen un punto muy humano capaz de ganarse al público más frío. Emily Browning, la hermana mayor se come la pantalla con un estilo que (corríjanme si me equivoco) sigue la misma línea de Scarlett Johanson. Mientras huyen del mezquino Tío Olaf que se vale de sus derechos de tutor para intentar cobrar la herencia de los niños, conocen a dos tutores a cual más estrafalario. Uno de ellos cría serpientes peligrosas, la otra vive una vida de miedos y aprensiones, si bien vive en una casa más bien insegura. Si el director hubiera estado más interesado por la línea temática que por la argumental quizá hubiera sacado un buen bocado sobre el miedo y la infancia: los tres tutores son dignos de infarto, pero no son dignos del mismo cariño.

Entonces, ¿por qué ha pasado sin pena ni gloria por la cartelera? Yo creo que en cine, hacer las cosas bien, o incluso impecablemente bien no tiene gran valor, en el arte, sólo cuenta el primero que llega. A Silverling se le han adelantado en todo.

Hay un ingrediente narrativo muy estimulante. La historia no comienza con los niños, comienza con el propio escritor, Lemony Snicket que nos advierte que la historia que va a contarnos no es acaramelada, y que si queremos ver elfos podemos ir a la sala de al lado. Ya sé que no es tampoco original, “la novia de Frankenstein”, por ejemplo, empieza con Mary Shelley pensando el relato, pero aquí, la voz del creador está usada como parte del clima; de entrada nos explica cuales son sus premisas creativas, el autor quiere evitar el empalago.

El tal Lemony Snicket es seudónimo del autor de la serie de libros que dan título a la película. Tiene un aire provocativo que por ejemplo advierte al lector de que cada libro es un peñazo, o bien que no lea porque no lo va a pasar bien. Su autobiografía es parte de su creación, un poco disparatada, y digna de Groucho Marx. Snicket invita a los niños a entrar en un juego que en realidad es el mismo que el de los autores de adultos: los escritores crean libros y personajes, pero también se crean a si mismos, su mito, su voz.

Alberto Bermejo ***: El barroco imaginario del director Brad Silberling contiene un buen puñado de referencias a los cuentos clásicos de la literatura o a películas como 'La noche del cazador', una mezcla de registros misteriosos, más tétricos de lo habitual en el actual cine para niños, y destellos de sardónico humor, especialmente en el personaje de la hermana más pequeña.
Méndez-Leite @@: Todo ello está puesto al servicio de una historia de evidentes ecos dickensianos - el conde Olaf, que interpreta Jim Carrey tiene no pocos parecidos con el Mr Scrooge que hizo Albert Finney - y cocinado por el novelista con la cabeza puesta en 'Harry Potter', aunque hay evidentemente una intención de dar la vuelta a ese modelo introduciendo elementos más negros y maliciosos que desgraciadamente el guión no desarrolla en todas sus posibilidades.

Rotten Tomatoes: 70% $60m

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